Un fraile que nació para escalar al cielo
02.02.1915/26.05.2020
Cayó la noticia al caer la tarde del 26 de mayo. Para hermanos que lo conocimos desde niños, caminando caminos en el San Rafael de Manizales, el alma sufrió un traspiés, tenía 105 años, ni parecía tenerlos, y nada tampoco lo anunciaba, partiría presto y en quietud como fue su vida; apenas un indicio: días antes y el mismo día de su partida a Medellín a la casa San Francisco, en la ambulancia, bien acomodado, plácido y sonriente, decía más de una vez “Voy a volar, voy a volar”; nosotros que somos terrenales y de mundo, no lo comprendimos, partía, muy temprano ese día en un viaje de eternidad.
Como fue su vida, también su salida este martes en la tarde, cuando los hermanos que le acompañaban en casa sintieron que estaba inquieto, no quería comer… inició camino de regreso y como era usual en él, así callado, pocas voces, se fue a la eternidad, dejándonos un gigantesco vacío, porque Tobi, sí hablaba lo necesario, solo lo necesario y contundente, su silencio era presencia que todo lo llenaba: con su simplicidad, con su bonhomía, con su delicadeza, con su ejemplar responsabilidad, con su paso largo que no se detenía, con su capacidad de recordar, con su necesidad de estar y ser con los hermanos, con una vida de oración ejemplar, sin vacíos ni intermitencias; su vida de comunidad era de fraile de verdad hecho para la fraternidad; jamás faltó a un acto comunitario y participaba en las salidas comunitarias con grande gozo, y las reclamaba, y le gustaba que lo sacaran, cuando ya no se valía por sí mismo; fue un hombre lleno de humanidad y vida simple quien inundó al Instituto Técnico San Rafael durante 75 años de presencia ininterrumpida, se hizo maestro de verdad, maestro las 24 horas, hablaba con sus gestos y murmullos, y su vida fue lección de humanidad, viviendo como discípulo siempre en misión y misionero desde el discipulado, ejemplo de vida para muchísimas generaciones. Cómo se cumple a cabalidad en nuestro amado hermano Tobías el eslogan congregacional: “Un joven que se reeduca es una generación que se salva.”
Ya lo sabrá Manizales… y entonces veremos cómo la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos, podrá tener el efecto comprobación de lo afirmado por nuestro amado Padre Fundador cuando indicó: “Más vale gastarse por los otros que oxidarse por uno mismo”.
Fr Tobías pasó su trayectoria vital apostólica en un taller de mecánica industrial y cerrajería. Era orfebre del hierro, manejaba las herramientas de su cerrajería con destreza infinita; producía obras de arte que eran apreciadas por las damas de la sociedad manizaleña, quienes se gababan de tener en casa un marco artístico en forja de hierro, un porta materas, una ventana llena de arabescos metálicos… y claro, era un artista que no cobraba su genialidad, lo hacía también que fuera buscado con mayor frecuencia; frente a su taller siempre habían carros de personas que venían a buscarlo. Este fue el Tobías hacia fuera, desde la casa, porque vivía y amaba su quehacer, su trabajo salía y era exhibido, mientras que él permanecía en su ser, y no le inmutaba el prestigio.
Su taller de cerrajería era escuela de maestro y discípulos. Fr. Tobías enseñaba desde el silencio, en la fuerza de la palabra que sus manos contenían, laceradas siempre por la soldadura o una esquirla de metal, con alma y corazón intactos, llenos de la sabiduría que solo tiene quien es maestro de vida plena, el fraile que no tenía alumnos a quienes pasar una información o un arte, porque, verdadera obra de arte era Fr. Tobías, un fraile que escaló el cielo desde su apellido Escalante, desde siempre y para todos, era esto lo que él transmitía: sabiduría para vivir, siempre en salida, en el darse, en el encuentro, en la generosidad, en una vida, como ya lo dijo el Obispo Lauzurica del amado Padre Fundado: “Poseyó como pocos, el raro don de una vida inalterablemente serena, sin relieves, sin deslumbramientos, callada en la superficie pura de un profundo cauce espiritual.” (Cfr.Prólogo Autobiografía Venerable Luis Amigó)
Un fraile maestro se ha ido al cielo quedándose entre nosotros. Un fraile que llenó espacios en su comunidad y en su escuela taller, del mismo modo como llenó la cancha de fútbol en donde era un “poste defensor”; invadió también con sus escaladas de Escalante, de cayado en mano y con paso seguro, las cumbres del macizo volcánico del Nevado del Ruiz.
Un fraile verdadero que nos inundó de silencios perennes la vida hoy grita fuerte desde su ser, realización perenne. Grita en la majestuosa Catedral Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Manizales por sus gigantescos ventanales de hierro forjado, sin una gota de soldadura, que fueron acariciados por las manos grandes, fuertes y tiernas de un hombre que vivió para servir y sirviendo hacía su vida. Grita con fuerza la obra de nuestro querido Escalantito en la magnífica cruz que preside el cielo de la torre del Templo de Cristo Rey en Manizales… gritarán sus pasos lentos y seguros en el caminar diario para llegar, siempre a tiempo, a la vida de comunidad; para ser presencia fuerte y generosa que a todos complacía sin nada decir. Se fue sin avisar y con paso seguro nuestro muy querido hermano Fr. José Tobías Escalante Gutiérrez. Se fue a volar, con destino cielo, el que comenzó a construir desde su Gramalote querido, recordado y desaparecido, allá en la frontera, Norte de Santander, en donde fue bautizado, – no existe la coincidencia, sí la diosidencia – al mes de nacido en el lejano 1915, en el Templo Parroquial de San Rafael… anuncio del otro San Rafael, el de Manizales, en donde viviría su vida plena en el servicio y en el amor. Se nos fue con 105 años, los que para él no pasaron de noventa, con la inocente trampa de su cédula de ciudadanía, sin coincidencia con su partida de bautismo, lo que lo hacía con un año menos y en lo que él se regodeaba, porque no admitía tener un año más. Y otra coincidencia si se quiere: mientras en la Madre Patria España, cuna de la Madre Congregación, casi destruían la naciente Congregación martirizando hermanos en la Guerra del 36, en Colombia, hacía su ingreso, nuestro hermano José Tobías que aprendió la lección evangélica del envío de Jesús a sus discípulos, haciéndoles entre otras, esta recomendación: “No vayan de casa en casa. Cuando entren en una ciudad y sean bien recibidos, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos y digan a su gente: El Reino de Dios ha venido a ustedes…” (Lc.10,8-9) recomendación y misión cumplidas a cabalidad, porque en sus 82 años de vida consagrada, solo vivió en tres comunidades: San Antonio en Bogotá, capital y centro de la República, en donde permaneció durante su formación inicial y hasta su profesión perpetua, para salir de sus fronteras individuales, al modo como hoy lo recomienda el Papa Francisco, y dirigirse a la periferia social y a las periferias humanas de una Institución en donde se encontraría con niños pobres y abandonados en el apenas fundado Instituto San Rafael de Manizales; aquí permanece durante 75 años, partiendo a la Casa de los Hermanos Mayores, San Francisco, en el municipio de Copacabana cerca a Medellín, en donde seguramente, haciendo desapego de todo su ser y abandonándose en las manos del Señor, partió a la morada eterna, la que con su vida, con sus gestos y en su obrar, fue construyendo paso a paso, obedeciendo al Evangelio que este martes 26 de mayo nos anunció: “Yo te glorifiqué en la tierra, coronando la obra que tú me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a Ti con la gloria que de Ti recibía desde antes de existir el mundo. Yo di a conocer tu nombre a los hombres que escogiste para dármelos. Eran tuyos, y tú me los confiaste, y ellos han guardado tu Palabra. (Cfr. Jn. 17, 1-11)
Su lección ha sido entregada. Su vida ha sido coherente con la lección recibida. Acoja en su casa el Padre Bueno a este buen hermano nuestro y de todos, siervo fiel y prudente que hizo camino en verdad y en vida. Amén.
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